Gotas de otoño

Gotas de otoño
Cuando una hoja cayó a la fuente, y se llenó de agua, me di cuenta de mi error, de que nada era como antes. Pero podía volver a serlo, aunque sólo fuese un poco.

domingo, 23 de enero de 2011

Prólogo

PRÓLOGO



Ring, ring, ring.
Empezó a sonar mi despertador, parecía estar poseído, no se callaba.
De un manotazo, lo tiré al suelo y por fin, dejó de sonar y de maltratarme los oídos de esa forma.

-Aurora, despierta.-se oía a mi madre desde la cocina.
-No quiero, mamá, cinco minutitos más.
-De eso nada, levántate ya, que es tu primer día de colegio.
-¿Mi primer día?-me enderecé de un salto.

Se me había pasado el verano volando, seguramente y, como decía mi madre, era porque me lo había pasado bien, pero yo no las tenía todas conmigo, no todo había sido divertido.

Me estiré, haciéndome la remolona y tumbándome de nuevo, pero esta vez no podía, el verano había terminado y tenía que decirle hola de nuevo al dichoso colegio.
Abrí los ojos, que se me cerraban por la inmensa luz que entraba por la ventana, y vi mi uniforme, bien planchado y colgado de una percha, justo enfrente de mí.
Se me revolvió el estómago al verlo, la falda azul marino, el polo blanco con el escudo del colegio, los zapatos negros. Solo de pensar que tendría que aguantar vestirme de esa forma durante nueve meses, me daba ganas de vomitar, lo único bueno que tenía, es que este era mi último año de colegio.

Me levanté a regañadientes de la cama y me miré al espejo. Tenía unas ojeras que se notaban a diez metros de distancia y unos pelos horribles, parecía que tenía un nido metido entre tantos enredos.
Me fui al baño, me lavé, me peiné y me eché el anteojeras para dar una buena impresión. Al salir del baño, me puse mi uniforme y me dirigí a la cocina para desayunar.


-Buenos días-le dije a mi madre bostezando.
-Buenos días, cielo.
-Hola, Aurora-me dijo mi hermana desde el salón y embobada con la televisión.
-Hola, enana-contesté sin prestarla atención.

Me metí en la cocina, me preparé un vaso de leche con cola cao y saqué mis cereales.
Al terminar de desayunar, me lavé los dientes y me peiné de nuevo, esta vez, colocándome la diadema azul.
Cuando ya estuvimos listas, tanto mi hermana como yo, salimos de casa y nos subimos en el coche, rumbo al colegio.
Empezaba el primer día de segundo de bachiller, con cambios y muchas cosas nuevas que descubrir de la vida.

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