Gotas de otoño

Gotas de otoño
Cuando una hoja cayó a la fuente, y se llenó de agua, me di cuenta de mi error, de que nada era como antes. Pero podía volver a serlo, aunque sólo fuese un poco.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Capítulo 5 y Capítulo 6

CAPÍTULO 5.




Comenzamos a andar hacia mi casa, los dos callados y sin ni siquiera mirarnos.
Me aventuré a decirle algo, pero su mirada triste y apagada me transmitía mucho dolor y sólo se me ocurrió pararme y abrazarle.

- ¿Y esto a qué viene, Auro? – Me preguntó algo confuso.
- Viene a que se nota que estás mal y aunque no me lo quieras contar, te he abrazado para que veas que tienes mi apoyo en lo que sea que te pase.
- Si es que eres la mejor. Muchas gracias.
- No me las tienes que dar, además me lo has pedido.
- ¿Yo? ¿El qué?
- El abrazo, no con palabras, pero sí con tus ojos.
- Voy a terminar creyendo que eres bruja o algo así.
- ¿Y si lo dejamos en buena amiga?
- También valdría. Anda ven aquí. – Se acercó a mi y se dejó abrazar.
- Cuando quieras, aquí estoy para que me cuentes lo que necesites ¿vale?
- Vale.


Después de esa corta conversación, Iñigo me dejó en casa y se fue a la suya. Estaba algo preocupada por él, no solía ser así de serio, ni solía tener una mirada tan perdida. Siempre había sido un chico muy alegre con una mirada que transmitía mucha confianza y seguridad.
Parecía que se había derrumbado, pero ya me tenía a mí para no dejar que todo lo que había conseguido en la vida se derrumbase con él. No se merecía lo que le estuviese pasando, de eso estaba totalmente segura.

Entré en casa y fui directa a mi habitación, después de haber saludado a mi gato con un cariñoso achuchón. Dejé mi mochila tirada en el suelo, me quité el uniforme, me puse la ropa de estar por casa y me senté en la cama con el móvil en la mano. Tenía que llamar a mi padre y a mi madre, para que supiesen que ya estaba en casa, sana y salva. A veces eran muy sobre protectores y tenían que saber dónde estaba y si estaba bien a cada minuto, pero eso la verdad no me importaba demasiado.

Me hice la comida, sopa y un poco de pollo, y me senté a comer en la mesa pequeña del comedor, mientras veía la televisión. Tras comer, me tumbé en el sofá y puse la radio, necesitaba descansar, el madrugar no me venía nada bien.
Me quedé dormida y al despertarme me di cuenta de que tenía que darme prisa para no llegar tarde a mis clases de tenis.

Me levanté y fui a mi habitación casi corriendo, me vestí, me peiné, cogí mi raqueta y salí a la velocidad del rayo al polideportivo donde me impartían las clases.

Llegué por los pelos, estaban ya cerrando las puertas. Me adentré en ese enorme polideportivo de color verde y naranja. Tenía como cinco pistas de tenis y otras tantas de pádel, además de un gimnasio, una cancha muy grande de fútbol y tres de baloncesto.
Me encanta estar allí, la gente entraba estresada, la mayoría de las veces y salía estupendamente.
Busqué a mi entrenador, cada día entrenábamos en una pista distinta, así que sólo le teníamos que buscar a él.
Le encontré en la pista número cinco con dos chicos y una chica. Eso me extrañó, normalmente entrenaba con una chica, Laura, pero ahora había dos chicos además de ella. Esperaba explicaciones de un momento a otro.

Nada más entrar, todos se volvieron hacia mí.

- ¿Qué pasa? – Le pregunté a Laura por lo bajo.
- Que nos va a tocar compartir pista con estos dos.
- Pues vaya.
- Aurora, estos son Hugo y Rubén, vuestros nuevos compañeros. Tienen el mismo nivel que vosotras, incluso diría que algo más alto y están aquí, para que subáis de nivel y aprendáis algunas tácticas del tenis.
- ¿Hugo? – Me giré para mirarle a la cara y me quedé bastante sorprendida. Era el mismo Hugo que hace unas horas, en la entrada del colegio, me había pedido el msn. ¿Por qué tenía tan mala suerte? Tenía que coincidir justamente aquí con él.
- Hola Aurora, no sabía que eras tú la que jugaba al tenis.
- Pues ya ves.


Las dos horas de entrenamiento se me hicieron eternas, sólo de pensar que es chulo de letras, estaba en mi misma clase viéndome jugar y riéndose de mí por lo bajo. Pero no iba a permitir que se creyera que yo era inferior a él, más que nada porque no lo era. Este verano había aprendido muchas cosas, pero la que más me había llegado era el no dejarme pisotear por nadie, porque luego pasa lo que pasa, que no tienes confianza en ti misma y te haces daño.
Al salir de la pista Laura y yo fuimos hacia los vestuarios para darnos una buena ducha, pero a mitad del camino, Hugo y Rubén, nos pararon el paso.

- Aurora, ¿Podemos hablar? – Hugo se puso frente a mí.
- Tengo algo de prisa.
- Solo será un minuto.
- Bueno vale, pero rapidito. – Nos separamos un poco de Laura y Rubén a los que dejamos charlando.
- ¿Qué pasa? – Le pregunté a Hugo.
- Dos cosas, la primera que si vas a aceptar mi propuesta para ayudarme con la fiesta.
- ¿Y la segunda? – Le corté.
- ¿Cómo es que juegas al tenis? Me has dejado totalmente sorprendido. Jamás pensé que una chica como tú se arriesgaría jugar a un deporte como es el tenis, con tanta técnica y tanto esfuerzo.
- ¿Me estás llamando blanda?
- Se puede decir que sí.
- Pues vete a llamarle blanda a tu novia y a mí déjame en paz, creído. – Le contesté y me fui de allí andando hacia las duchas, pasándome al lado de Laura y cogiéndola de un brazo para que se viniese conmigo.

Una vez en el vestuario y después de una ducha bien fría, Laura se acercó a mí mientras nos vestíamos para hacerme un buen interrogatorio sobre Hugo.

- ¿De qué lo conoces? – Preguntó curiosa.
- Va conmigo al instituto, es del mimo curso que yo, pero de distinta clase.
- Pues está buenísimo.
- A mí no me lo parece.
- Claro, tu estás cegada por tu querido Toni.
- Cierto, además, jamás me fijaría en alguien como Hugo.
- Es un chulo, además según Rubén, también es un crack en el tenis.
- Y se lo tiene muy creído. – Completé su frase.
- Exacto. Pero bueno, te juro que si no tuviese novia ya intentaría yo ligármelo.
- Pues todo tuyo.
- ¿Me haces un favor Aurorita, por favor?
- Ui, que mal suena eso. Dime.
- ¿Puedes averiguar si está con alguien?
- No me puedes pedir eso, Lauri, ¿No ves que no me cae bien?
- Hazlo por mí, por tu compañerísima de tenis, anda por favor.
- ¿Te has inventado esa palabra? Bueno, veré lo que puedo hacer.
- Gracias, gracias y mil veces gracias. Sabes que eres genial ¿No?
- Me lo has dicho demasiadas veces, tendré que creérmelo.
- Pues eso, créetelo.


Salimos del vestuario, ya vestidas normalmente y nos despedimos en la salida del polideportivo.
Laura era una chica muy impulsiva, hacía tres años que nos conocíamos, gracias al tenis y desde ese tiempo éramos compañeras. La gustaban mucho los chicos arrogantes que van de duros por la vida, todo lo contrario a mí, por eso las veces que salíamos a alguna discoteca (ella era muy fiestera) no teníamos problema en encontrar acompañante.
Nunca supe como lo hacía, pero siempre acababa por convencerme en hacer algo en su beneficio o en el beneficio de ambas. Era muy presumida, pero sólo en algunos aspectos. La verdad es que la tenía mucho cariño y por eso no imaginaba jugar ningún partido sin ella, porque me sentía inferior y algo vacía.

Al cruzar la esquina, una voz me sobresaltó. Era aún más alta que el volumen de mi mp4 y al parecer iba dirigida hacia mí. Sin saber de quién se trataba y por si acaso, cogí la raqueta que tenía en la espalda por el mango. Dani siempre me había dicho que no me serviría para nada a no ser que le diese con el canto y pensaba hacerlo si a esa persona se le ocurría hacerme daño.

No me dio tiempo a girarme cuando me cogieron por la cintura y me taparon la boca.












CAPÍTULO 6.




- No si es que no gano para sustos. – Dije una vez le vi la cara. - ¿Estáis todos locos o pensáis volverme loca a mí?
- No te estreses, que tampoco es para tanto.
- No, que va, me coges la cintura, impidiéndome coger la raqueta y encima me tapas la boca. Por un segundo pensaba que eras un secuestrador. Toni me ha hecho lo mismo.
- Este Toni, voy a tener que hablar claramente con él.
- Anda déjalo. Ahora ¿Me puedes explicar qué haces tú por aquí?
- Ver a mi prima favorita.
- Si, ya. Deja el peloteo a un lado y habla. – Le sonreí.
- Necesito tu ayuda.
- Ya me parecía a mí. ¿Qué pasa Guille?
- He conocido a una chica y...
- Te gusta y quieres que me haga amiga suya y le hable bien de ti. ¿Me equivoco?
- Me conoces demasiado primita.
- Ya. ¿Quién es? ¿La conozco?
- No sé si la conoces, pero juega al tenis aquí dónde tú y a esta misma hora.
- ¿Cuántos años tiene?
- Uno más que tú.
- ¿Y cómo se llama?
- Laura.
- ¡No!
- ¿No?
- No.
- ¿Me explicas que pasa? ¿Sabes quién es?
- Es mi compañera de tenis. No te puede gustar. Es mi Lauri.
- Pues me gusta.
- ¿Dónde la conociste?
- En una discoteca.
- Vaya, que raro. – Dije pensando en las miles de discotecas a las que iba Laura.
- Ayúdame prima.
- No voy a poder, a ella le gusta otro.
- Me da lo mismo. La tengo que gustar yo.
- Pero, ¿Ella te conoce?
- Que va.
- Entonces, ¿Cómo narices quieres que le hable de ti si ni siquiera sabe quién eres?
- No había caído.
- Guille, ¿Algún día me vas a decir que tienes en esa cabecita? – Le dije señalando su cabeza.
- Muchas cosas.
- Claro, gimnasio, chicas, fútbol, motos y poco más.
- Va, déjalo. Si no me quieres ayudar no lo hagas.
- Si es que mira que eres. Lo primero que voy a hacer es presentártela. No hagas planes para el miércoles por la tarde. Y ven a la misma hora que hoy. Pero sin sustos.
- Vale y ¿Dónde te espero?
- En la entrada del polideportivo.
- Genial. Te quiero prima. ¿Te llevo a casa?
- ¿Has traído la moto?
- No, el coche de mi padre. – Me dijo y yo me empecé a reír.
- Vale, llévame.


Me subí con él en el coche y en menos de dos minutos, me estaba bajando en la puerta de mi casa después de despedirme de él con un beso en la mejilla.


Guille había hecho lo mismo que Toni, venirse a estudiar aquí a Madrid, lo único que él no vino solo, sino con sus padres y su hermano Vicente.
En varias ocasiones, mi padre había ido a su casa a ver a su primo, saludarle y tomarse un café con él. De hecho, quedaban para irse de copas con los amigos de cuando ambos eran jóvenes.
Veía a Guille prácticamente todos los días y estaba segura de que ahora que sabía que su querida Laura era una gran amiga mía, no me dejaría mucho tiempo libre. Aunque esperaba que también me ayudase a pasar más tiempo con Toni. A penas habían pasado veinticuatro horas desde que le había visto y ya le echaba de menos.

Al subir a casa e ir a mi habitación después de saludar a mi madre y a mi hermana, me quedé mirando mi corcho, modificado.
Había puesto fotos de Toni conmigo, la foto que me hice con Dani en el retiro, alguna foto con Guille, montada en su moto y también diversas imágenes del campamento con mis amigas.
El recordar tantos momentos, me hizo emocionarme, pero no lloré, mis lágrimas eran demasiado valiosas como para desperdiciarlas en tonterías como esa.
Pensé en la frase que me dijo Lu la última vez que la vi y que estaba segura recordaría durante mucho tiempo porque era la pura verdad.
“No hay que mirar al pasado, sino centrarse en el presente sin imaginar el futuro”

Me encantaba esa frase y siempre la llevaba en mi cabeza. Por eso, al recordarla, me di cuenta que el pasado, pasado era y que lo que me tenía que preocupar verdaderamente era el presente.

Me tumbé en mi cama y miré el techo, era hora de cenar, pero no me apetecía absolutamente nada, sólo quería dormir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario