Gotas de otoño

Gotas de otoño
Cuando una hoja cayó a la fuente, y se llenó de agua, me di cuenta de mi error, de que nada era como antes. Pero podía volver a serlo, aunque sólo fuese un poco.

lunes, 24 de enero de 2011

Capítulo 1

CAPÍTULO 1.







Entré en el colegio con mi hermana, pero cuando anduvimos cinco metros, cada una se fue por su lado, deseándole un buen empiece de curso a la otra.

Subí las escaleras con paso firme y al llegar a la última, vi muchas caras conocidas. Pero aún así, faltaba una de la que no podía olvidarme, que no me podía sacar de la cabeza.
Vi compañeros de clase, que ya no lo serían, amigos, chicos estúpidos y chicas pijas repletas de dinero. Me centré en dos personas, Quique y Miri, mi amigo incondicional y una de las Blue Girls.
Me acerqué a ellos con una sonrisa en la cara.

- ¡Aurora!- Gritó Miri cuando me vio.
- Hola, Miri.- Dije sin dejar de sonreír.
- ¿Estás más rubia o me lo parece?
- Creo que te lo parece.- Reí y la di dos besos y un abrazo fuerte.
- Mi niña.- Dijo Quique cuando Miri y yo nos soltamos.
- Quique – Contesté yo sin dejarle decir nada más y me lancé a sus brazos, en los que me estrujó lo más fuerte que pudo. – Me ahogo. – Susurré.
- Es que este verano he ido mucho al gimnasio, ¿Se nota?
- La verdad es que sí.- Reí de nuevo.
- Tenia ganas de verte.- Habló Quique.
- Y yo de verte a ti, me hacía falta.
- No si ahora voy a ser como una especie de droga para ti.
- De eso nada, las drogas son malas y el tabaco también, así que no me hables de esas cosas.
- Quique, ¿Has dejado ya de fumar? - Preguntó Miri.
- Lo dejé durante una semana, pero no pude controlarme. – Le di un pequeño golpe en el brazo como muestra de mi enfado por lo que acababa de decir. - ¡Ay!
- Te lo tienes merecido. Anda que no te he dicho veces que dejes de fumar, pero ¡Para siempre! - Medio grité.
- Eso es imposible, ya me conoces.
- Bueno, dejemos el tema.- Intervino de nuevo Miri. - ¿Qué tal el verano?
- Estupendo. Muchas chicas, mucho sol, mucha fiesta. Vamos, lo mejor de lo mejor. – Dijo Quique sonriente.
- ¿Y tú, Auro?
- Pues bastante bien, de un lado para otro, no he parado quieta.
- Me alegro por ti. Ya era hora de que pasases un buen verano después de lo de Dani. – Me dijo Quique.
- Eso pasó hace dos años.
- Ya, pero estoy seguro de que aún piensas en él.
- No me gusta hablar de ese tema.
- Lo sé, pero si no, no lo vas a superar nunca.


Justo al terminar la frase, por la megafonía, anunciaron:

“Todos los alumnos de segundo de bachiller, deben pasar por el salón de actos, para ser guiados a sus respectivas clases y conocer así a su tutor.”


Los tres, nos fuimos hacia el salón de actos y cogimos sitio.
Miri, era un año mayor, pero había suspendido, así que ahora iba a nuestro mismo curso. Se sentó con sus nuevos compañeros, los de letras. Mientras, nosotros, buscamos a Cata con la mirada.
La ceremonia empezó, pero yo no prestaba atención, tenía la mente en alguien que no estaba allí en ese momento. Deseaba con todas mis fuerzas, que todo eso fuese una cruel pesadilla de la que pronto iba a despertar.

Salí de mis pensamientos cuando oí mi nombre.

“Aurora Jiménez García, Ana Rivas, Beatriz Roque, Lucas González, Iñigo Martínez, Francisco Herrera, Pedro Muñoz, Alejandra Terreno”

No pude escuchar más, todos los nombres me eran conocidos.

Iñigo, un amigo de la infancia. Siempre me había llevado bien con él, era muy estudioso, pero le encantaban los deportes. Era alto, delgado, con el pelo castaño y los ojos color miel, bastante guapo según la mayoría de las chicas. Siempre me había transmitido mucha seguridad, era muy sereno y paciente con todos, menos con Beatriz. Sabía que en él podía confiar, pero nunca le había contado uno de mis mayores secretos. Su amistad estaba segura que duraría mucho, no solo por la buena persona que era, si no también, porque su hermana y la mía iban a la misma clase y eran muy amigas.

Fran, el más gracioso de todos y un amigo increíblemente comprensivo. Era un fan incondicional de la música heavy, siempre que podía llevaba puesto su Ipod para escuchar todas y cada una de las canciones de su grupo favorito, “Metálica”. Era el batería de un grupo de música, por eso siempre que escuchaba alguna canción, hacía el movimiento que haría si la estuviese tocando él. Era muy gracioso, no podías pasar más de cinco minutos a su lado sin reírte. Era un chico alto y fuerte, moreno de piel y con los ojos verdes azulados, su pelo negro y rizado le daba un toque muy original a su forma de ser. Me encantaba su compañía en mis malos momentos, porque siempre me conseguía sacar una sonrisa y además, no ponía pretextos para escuchar mi problema y ayudarme a solucionarlo.

Pedro, un chico muy cambiante. Habíamos sido amigos desde hacía ya tres años, cuando se empezó a juntar con los pijos del colegio. Cuando yo le conocí, era el chico más majo y más amable que había conocido. Tenía sus defectos, como todo el mundo, pero un corazón enorme. Nos lo contábamos todo e incluso nos ayudábamos en temas relacionados con el sexo opuesto. Era rubio, con los ojos azules, alto, delgado y muy guapo, tenía a todas las chicas locas por él. Desde que cambió de grupo de amistades, se volvió más ligón, más estúpido, más tonto, pero lo que más cambió fue su forma de tratarme. Cuando estaba delante de sus nuevos amigos, hacía como si yo ni existiera, en cambio, cuando estábamos solos, me trataba como una amiga más, solo que no tenía confianza en mí como antes. Me habría encantado poder meterme en medio de él y su grupito de amigos, pero no tuve el valor suficiente en su momento para separarle de ellos. Solía tontear mucho con Alejandra, aunque supongo que ella era una más de su lista de ligues.

Lucas, el amigo de sus amigos. Siempre estaba ahí cuando lo necesitabas, tanto a las buenas como en las malas. Con él no tenía la misma confianza que tenía con Fran, pero saber que era amigo mío me alegraba mucho. Iñigo, Fran, Pedro y él, eran inseparables, hasta que Pedro se fue del grupo de la noche a la mañana y se quedaron ellos tres solos.
Era bastante estudioso y me solía ayudar en esos temas, cuando tenía alguna duda que la profesora, no me había podido solucionar.
Era no muy alto, con el pelo negro y liso y los ojos marrones oscuros. Pero al fin y al cabo una gran persona.

Ana, la más lista y estudiosa de todo el curso. No tenía muchos amigos, pero era una gran persona, siempre dispuesta a ayudar. Iñigo y ella tenían unas conversaciones un tanto aburridas, casi siempre de algo referido a historia o a biología. Sabía cinco idiomas, además de tocar el piano y la guitarra. Para mí era superdotada, una persona muy superior a las demás en cuestiones de la mente. Todas las de mi curso, la tenían envidia y por eso, criticaban cada paso que daba, cada libro que leía e incluso cada trabajo que hacía. Era una chica tímida, muy centrada en sus cosas y con las ideas muy claras. Tenía el pelo negro, por los hombros y llevaba gafas.

Beatriz, una de las más populares del colegio, sobretodo por su grupo de amigos. Cuando éramos pequeñas, nos llevábamos a las mil maravillas, de hecho, la consideraba mi mejor amiga, pero con el paso del tiempo, la relación se fue enfriando y nos fuimos tratando como simples compañeras de clase. Iñigo y ella, siempre estaban peleando, aunque lo suyo parecía más un tonteo que un enfrentamiento. Era delgada, morena de piel y con el pelo negro, largo y rizado. Sus ojos eran marrones oscuros, por lo que no llamaban mucho la atención. Hablaba mucho de chicos, pero la verdad es que nunca la había visto saliendo con ninguno.

Alejandra, la líder. Siempre perfecta, para todo. Era rubia, con los ojos azules, con un cuerpo que según los chicos era de escándalo y siempre bien vestida. No le gustaban los fallos y no podía salir de su enorme chalet sin maquillar. La mayoría de las veces, me sacaba de quicio, pero otras, se comportaba y me parecía incluso maja. Ligaba como la que más, tenía a todos los chicos del colegio, locos por ella.

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