Gotas de otoño

Gotas de otoño
Cuando una hoja cayó a la fuente, y se llenó de agua, me di cuenta de mi error, de que nada era como antes. Pero podía volver a serlo, aunque sólo fuese un poco.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Capítulo 8

CAPÍTULO 8.





- ¿Me puedes explicar por qué estás sentado en mi mesa, en mi clase, cuando se supone que tienes que estar en el recreo? – No se había dado cuenta de que había entrado y le pilló por sorpresa mi pregunta, se levantó casi de un salto de mi silla y me miró.
- Quería hablar contigo. – Me contestó.
- Este no es ni momento ni lugar para hablar. – Hablé muy seria.
- Dios, pareces una profesora. – Empezó a reírse a carcajadas.
- ¿Qué quieres decirme? – Le pregunté, sin hacer caso al comentario que acababa de hacer sobre mí.
- ¿Te has pensado ya eso de ayudarme?
- ¿Te das cuenta de que no me has dejado en paz desde que me lo preguntaste la primera vez? ¿Cómo quieres que me lo intente pensar si a cada paso que doy me esperas para que te de una respuesta?
- ¿Eso es un sí o un no? – Le miré con cara de asesina. Sonrió y me guiñó un ojo. – Sabía que aceptarías, ninguna chica se resiste a mis encantos.
- Nadie ha dicho que acepte.
- Lo has dicho tú, con tus ojos.
- Mis ojos no tienen la capacidad de hablar, para eso esta mi boca y de ella no ha salido un sí.
- Acaba de salir. Te veo esta tarde pegándole a la bola. – Y tras decirme eso, dejó una nota encima de mi mesa y se fue. Dejándome ahí, sin poder contestarle y con una rabia que me recorría el cuerpo de arriba abajo.
- Cuando le pille se va a enterar. – Pensé para mí. Respiré hondo, me acaricié el pelo con la mano derecha y fui hacia mi mesa. Cogí la nota que él había dejado y la guardé en mi estuche. A los pocos minutos, ya empezaban a venir mis compañeros.
- Auro, pareces muy enfadada, ¿Qué ha ocurrido? – Me preguntó Carmen algo preocupada.
- No es nada, ya te contaré cuando termine la clase.
- A ella y a nosotros. No se te ve muy buena cara que digamos. – Habló Rubén mientras Javi asentía.
- Pero, ¿Cómo puedes estar así, si ahora eres la directora de la revista? – Me dijo Fran por detrás.
- ¿La directora? – Preguntaron Rubén y Javi casi a la vez.
- Sí, la directora. Pero no es por eso por lo que estoy así. Os cuento luego, ¿vale? – Les dije a todos y me senté en mi silla. La profesora de biología acababa de llegar.

La clase de biología fue muy aburrida, la profesora estuvo todo el rato hablando de cómo se alimentaban las plantas, de la fotosíntesis y todo ese rollo. No entendía muy bien, por qué nos lo repetían cada año, me parecía un poco absurdo, no iba a ser científica ni nada por el estilo.
Cuando por fin la profesora decidió irse, abrí el estuche y saqué la nota.

- Con que lo que te pasa es que tienes un admirador secreto.
- ¡Qué va! Solo un niñato de poca monta que no para de preguntarme siempre lo mismo. – Le dije a Iñigo que acababa de ponerse en cuchillas a mi lado.
- ¿Hugo?
- Ese mismo. Me saca de mis casillas.
- ¿Y qué te pregunta?
- ¿Te acuerdas el lunes que me viste “roja” al salir del colegio?
- Sí.
- Pues era porque el tío este me había propuesto ayudarle con su fiesta. Para decorar y esas cosas y me había hecho mucha ilusión que me lo pidiese a mí.
- ¿Y cuál es el problema?
- Que no hace más que preguntarme, siempre que me ve, que si ya me lo he pensado, que si le voy a ayudar. ¡Es un pesado! – Al terminar de hablar, Iñigo soltó una pequeña carcajada.
- No me hace gracia. – Le dije seria.
- Pero a mí sí. Te estresas muy fácilmente. Auro, no te preocupes tanto, los chicos como él son pesados por naturaleza y más con la chica que les gusta.
- ¿Qué acabas de decir? A ese no le puedo gustar yo.
- Eso es lo que dice la gente.
- ¿Desde cuándo haces caso a los rumores?
- Desde nunca, simplemente te lo he dicho, para que lo supieses tú.
- Gracias Iñigo, dios, siento ponerme así, pero cuando me sacan de mis casillas...
- Ya lo sé, te pones hecha una furia. Pero no te preocupes que ya está aquí ¡El domador de fieras! – Me hizo reírme y él se rió conmigo.
- Menos mal que estás siempre ahí.
- Para lo que sea, ya lo sabes. – Sonrió y me abrazó un poco. Iñigo no era muy de demostrar sus sentimientos, y eso que acababa de hacer me demostraba cuanto aprecio me tenía.
- Claro, claro. A Iñigo le cuentas todo, pero a nosotros nada, eso es favoritismo y a mí no me va. ¿Tú qué dices Lucas? – Dijo Fran intentando parecer enfadado.
- Digo lo mismo que tú. Aurora, eso no se le hace a tus fieles seguidores y compañeros de la revista. – Habló Lucas dándole la razón a Fran.
- Lo siento chicos, pero es que estaba muy enfadada. Menos mal que Iñigo siempre sabe como tranquilizarme.
- Iñigo, ¿Cómo lo haces? – Preguntó Fran haciéndose el interesado.
- Es secreto de confesión, no puedo decírselo a nadie. – Habló en alto con la mano en el corazón. – Te lo cuento cuando termine el colegio. – Se dirigió a Fran muy bajito, para que yo no lo oyera, pero claro, no sabían que mi sentido del oído estaba superiormente agudizado.
- Bueno, entonces ¿No nos piensas contar qué te pasa? – Intentó de nuevo Fran.
- Es por un chulo, neurótico y plasta que no para de avasallarme siempre con la misma pregunta y me tiene harta. – Le contesté poniéndome de nuevo de mal humor al pensar en él.
- Por las características que has dado, con una pizca de lógica y un poco de sentido común, puedo adivinar, que sin lugar a dudas estamos hablando de Hugo, ¿Me equivoco? – Me dijo Lucas.
- Has acertado de pleno.
- Ya lo sabía yo, si es que ese tío es todo un ligón. Le admiro. – Me dijo Fran.
- Espero que eso sea una ironía, porque entonces todo lo que pensaba de ti, se va a esfumar para siempre, y créeme, no me gustaría, te tengo demasiado aprecio.
- Era ironía. – Sonrió Fran. – Cómo si no me conocieses.
- Te conozco demasiado y precisamente por eso lo digo. – Empecé a reírme y todos conmigo.

La siguiente clase fue igual de aburrida que la anterior, además, no dejaba de pensar en el pesado de Hugo, sabía que tenía que darle una respuesta, pero el problema era que no sabía qué responderle.
Cuando terminó la clase, se acercaron todos de nuevo alrededor de mi mesa.

- ¿Es por Hugo? No te rayes Auro, no merece la pena. – Me dijo Javi un tanto comprensivo.
- Yo la entiendo, no hay nada peor que un tío pesado detrás de ti. – Habló Carmen.
- Espero que no sea cierto lo de que va detrás de mí, porque entonces me tiraré por la ventana.
- ¡Vaya una exagerada! ¡Qué tampoco es para tanto! Simplemente dale una respuesta y san se acabó. – Rubén siempre concluía dando la solución fácil.
- Cómo se nota que los chicos no tenéis ni idea de nada.
- Oye, maja, que a mi me dices cualquier monumento y...
- Me explicas su historia, su fabricación y absolutamente todo de él. Que nos conocemos culturita. – Empecé a reírme y Rubén también, era demasiado previsible.
- Bueno, entonces ¿Qué le vas a decir? – Preguntó Carmen.
- Pues supongo que sí le ayudaré, es una manera muy práctica de dar a conocer mi don para la decoración y además, si yo decoro la fiesta, todos estamos invitados, así que lo haré.
- Por nosotros no hace falta que lo hagas. – Me dijo Javi.
- No te preocupes, lo hago por vosotros y por mí.

Cuando las clases terminaron, fui yo la que busqué a Hugo por prácticamente todo el colegio. Le encontré dándose el lote con una chica de primero de bachillerato. Pero en vez de coger e irme, como debería haber hecho, le di unos golpecitos en la espalda. Se dio la vuelta con cara de pocos amigos, dejó a la chica ahí plantada y me cogió de la mano llevándome hacia un lugar del colegio algo apartado.

- ¿Qué quieres?
- ¿Tú qué crees?
- No lo sé.
- Mi respuesta es sí.
- Eso ya lo sabía.
- Pero no porque yo te lo hubiese dicho, sino porque te habías hecho tus propias ilusiones.
- Me parece bien tu respuesta.
- Lo haré con una condición.
- ¿Qué condición?
- Que mis amigos y yo vayamos a esa fiesta y seamos tratados estupendamente.
- Hecho.
- Pues nos vemos esta tarde, golpeando a las bolas. – y tras decirle eso me fui. Sergio me estaba esperando para hablar y conocernos más y no podía gastar más segundos de mi tiempo en hablar con ese tipejo llamado Hugo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario