Gotas de otoño

Gotas de otoño
Cuando una hoja cayó a la fuente, y se llenó de agua, me di cuenta de mi error, de que nada era como antes. Pero podía volver a serlo, aunque sólo fuese un poco.

sábado, 19 de febrero de 2011

Capítulo 11

CAPÍTULO 11.




Miri no había venido en tres días al colegio, ya estaba preocupada. Le había enviado la foto después de contarle todo lo que había visto y por lo que parecía, no se lo había tomado muy bien y estaba bastante afectada.

El primer día que faltó, al salir de clase, vino Jose a buscarla, y tuve que enfrentarme a él y decirle que no estaba, que no había venido por su maldita culpa y que se podía ir al infierno porque nadie le iba a echar de menos.

Él empezó a olerse algo, pero aún no lo tenía claro, por lo que vino todos los días.

El viernes, hacía cuatro días que Miri no aparecía por clase. No contestaba mis llamadas, ni mis mensajes. Estaba realmente preocupada por ella.
Cuando salía de clase con rumbo a mi casa, acompañada por Iñigo, a la salida del instituto, estaba ella, con la mirada brillante y vestida de una manera un poco extraña en ella. A su lado había un hombre hecho y derecho, no un chico que nuestra edad, un hombre de al menos treinta años que la miraba como si fuese una comida.
Al verme, Miri se adelantó hacia mí y me abrazó. Yo sabía que no estaba bien, por eso decidí invitarla a mi casa a comer y que me contase todo, que se desahogase de una vez.
Fue hacia el tipo y le dijo algo al oído que hizo que se fuese. Iñigo nos acompañó hasta mi casa y una vez allí, empezó la mala racha de una de mis mejores amigas. Pero ahí estaba yo para ayudarla en lo que pudiese.

Me contó lo mal que lo había pasado pensando en Jose, recordando momentos con él, y también, que tras un día sin ganas de levantarse de la cama, decidió que ya era bastante humillante ser una tía con cuernos, como para que encima la gente creyese que verdaderamente la afectaba esa situación. Decidió salir a un bar y allí medio borracha conoció a ese hombre con el que estaba en la puerta del instituto. Se llamaba Alberto y, al parecer tenía 33 años. La noche en la que lo conoció, no fue una simple noche de copas, entre ellos surgió algo más que una conversación y me explicó casi al detalle de lo que se acordaba.
Ella parecía ilusionada con ese tipo, pero esa ilusión era solo una fachada, que tapaba como se sentía realmente después de todo lo que había pasado con Jose.

Según lo que me dijo, Jose no sabía nada, no tenía ni la más mínima idea de que ella le había pillado con otra, o más bien de que yo le había pillado con otra y Miri lo sabía.
Por eso ideó un plan, para hacerle pasar a él, lo mismo que él la había hecho pasar a ella.

La tarde anterior, al día siguiente de conocer a Alberto, quedó con él de nuevo, invitándole a su casa, aprovechando que sus padres se habían ido de viaje.
Antes de ir a su casa, estuvieron paseando muy agarraditos por la calle de Jose y justo cuando Jose apareció y Miri le vió, empezó a enrollarse con Alberto delante de sus narices.
Jose, al ver esto, se enfureció y se dirigió a ellos muy cabreado, gritándole a Miri. Alberto la defendió, como era de suponer. Después de la gran discusión, Miri y Jose cortaron.


Tras el relato de Miri, me sentí un poco mal, porque yo, en parte había provocado la situación. Sabía que había hecho bien, porque mi amiga se merecía saber toda la verdad y yo tenía que contársela igual que a mí me gustaría saberla si me pasase (cosa que esperaba no sucediese), pero ella estaba mal, muy mal y la había costado mucho volver a ver Jose y encima hacer eso delante de él y pasar por esa situación. También tenía que tener en cuenta que Miri era una luchadora nata, y que no iba a dejar que nadie viese cómo realmente se sentía, ella no quería dar pena.

Al terminar la comida, recoger la cocina y fregar los platos, nos sentamos en el sofá de casa de mi madre, y decidí decirle que yo sabía cómo se sentía realmente, que no necesitaba ocultármelo, porque yo la entendía y estaba ahí para apoyarla en todo.

Se puso a llorar. Me confesó que verdaderamente parecía que se moría por dentro cuando vió a Jose, que no quería nada con Alberto, porque él no era ni la mitad de bueno que Jose. Y yo sabía cómo se sentía, no me había tocado vivirlo, pero en el amor, tenía algo de experiencia, no mucha, pero sí la suficiente cómo para poder aconsejarla.


Cuando se fue de mi casa, me quedé pensando en todo lo que había ocurrido, en lo mal que estaba Miri. Jamás la había visto así. Y lo que más esperaba era que a mí no me pasase algo parecido y tampoco que la volviese a suceder a ella.
Eso no lo tenía seguro, porque todos los humanos tropezamos al menos dos veces con la misma piedra, hasta que nos damos cuenta del error que cometemos. Miri no había cometido un error, pero el error de la persona a la que ella más quería, la había afectado más de lo debido. Y eso no era justo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario