Gotas de otoño

Gotas de otoño
Cuando una hoja cayó a la fuente, y se llenó de agua, me di cuenta de mi error, de que nada era como antes. Pero podía volver a serlo, aunque sólo fuese un poco.

sábado, 19 de febrero de 2011

Capítulo 11

CAPÍTULO 11.




Miri no había venido en tres días al colegio, ya estaba preocupada. Le había enviado la foto después de contarle todo lo que había visto y por lo que parecía, no se lo había tomado muy bien y estaba bastante afectada.

El primer día que faltó, al salir de clase, vino Jose a buscarla, y tuve que enfrentarme a él y decirle que no estaba, que no había venido por su maldita culpa y que se podía ir al infierno porque nadie le iba a echar de menos.

Él empezó a olerse algo, pero aún no lo tenía claro, por lo que vino todos los días.

El viernes, hacía cuatro días que Miri no aparecía por clase. No contestaba mis llamadas, ni mis mensajes. Estaba realmente preocupada por ella.
Cuando salía de clase con rumbo a mi casa, acompañada por Iñigo, a la salida del instituto, estaba ella, con la mirada brillante y vestida de una manera un poco extraña en ella. A su lado había un hombre hecho y derecho, no un chico que nuestra edad, un hombre de al menos treinta años que la miraba como si fuese una comida.
Al verme, Miri se adelantó hacia mí y me abrazó. Yo sabía que no estaba bien, por eso decidí invitarla a mi casa a comer y que me contase todo, que se desahogase de una vez.
Fue hacia el tipo y le dijo algo al oído que hizo que se fuese. Iñigo nos acompañó hasta mi casa y una vez allí, empezó la mala racha de una de mis mejores amigas. Pero ahí estaba yo para ayudarla en lo que pudiese.

Me contó lo mal que lo había pasado pensando en Jose, recordando momentos con él, y también, que tras un día sin ganas de levantarse de la cama, decidió que ya era bastante humillante ser una tía con cuernos, como para que encima la gente creyese que verdaderamente la afectaba esa situación. Decidió salir a un bar y allí medio borracha conoció a ese hombre con el que estaba en la puerta del instituto. Se llamaba Alberto y, al parecer tenía 33 años. La noche en la que lo conoció, no fue una simple noche de copas, entre ellos surgió algo más que una conversación y me explicó casi al detalle de lo que se acordaba.
Ella parecía ilusionada con ese tipo, pero esa ilusión era solo una fachada, que tapaba como se sentía realmente después de todo lo que había pasado con Jose.

Según lo que me dijo, Jose no sabía nada, no tenía ni la más mínima idea de que ella le había pillado con otra, o más bien de que yo le había pillado con otra y Miri lo sabía.
Por eso ideó un plan, para hacerle pasar a él, lo mismo que él la había hecho pasar a ella.

La tarde anterior, al día siguiente de conocer a Alberto, quedó con él de nuevo, invitándole a su casa, aprovechando que sus padres se habían ido de viaje.
Antes de ir a su casa, estuvieron paseando muy agarraditos por la calle de Jose y justo cuando Jose apareció y Miri le vió, empezó a enrollarse con Alberto delante de sus narices.
Jose, al ver esto, se enfureció y se dirigió a ellos muy cabreado, gritándole a Miri. Alberto la defendió, como era de suponer. Después de la gran discusión, Miri y Jose cortaron.


Tras el relato de Miri, me sentí un poco mal, porque yo, en parte había provocado la situación. Sabía que había hecho bien, porque mi amiga se merecía saber toda la verdad y yo tenía que contársela igual que a mí me gustaría saberla si me pasase (cosa que esperaba no sucediese), pero ella estaba mal, muy mal y la había costado mucho volver a ver Jose y encima hacer eso delante de él y pasar por esa situación. También tenía que tener en cuenta que Miri era una luchadora nata, y que no iba a dejar que nadie viese cómo realmente se sentía, ella no quería dar pena.

Al terminar la comida, recoger la cocina y fregar los platos, nos sentamos en el sofá de casa de mi madre, y decidí decirle que yo sabía cómo se sentía realmente, que no necesitaba ocultármelo, porque yo la entendía y estaba ahí para apoyarla en todo.

Se puso a llorar. Me confesó que verdaderamente parecía que se moría por dentro cuando vió a Jose, que no quería nada con Alberto, porque él no era ni la mitad de bueno que Jose. Y yo sabía cómo se sentía, no me había tocado vivirlo, pero en el amor, tenía algo de experiencia, no mucha, pero sí la suficiente cómo para poder aconsejarla.


Cuando se fue de mi casa, me quedé pensando en todo lo que había ocurrido, en lo mal que estaba Miri. Jamás la había visto así. Y lo que más esperaba era que a mí no me pasase algo parecido y tampoco que la volviese a suceder a ella.
Eso no lo tenía seguro, porque todos los humanos tropezamos al menos dos veces con la misma piedra, hasta que nos damos cuenta del error que cometemos. Miri no había cometido un error, pero el error de la persona a la que ella más quería, la había afectado más de lo debido. Y eso no era justo.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Capítulo 10

CAPÍTULO 10.



—Encantada—dijo Laura intentando disimular su alegría, estaba radiante y no pudo disimular una gran sonrisa.
—El placer es mío. Aunque no hacía falta la presentación, prima, Laura y yo ya nos conocemos—tras decir esto le guiñó un ojo a Laura y esta se sonrojó.
—Bueno, yo os dejo solos, que tengo que llamar a Toni que hace dos días que no sé nada de él.
—Adiós prima—me dijo Guille dándome dos besos.
—Muchas gracias Auro—me susurró Laura para que sólo yo la oyese cuando me dio un abrazo como agradecimiento.

Me despedí de ellos y empecé a andar hacia mi casa. No hacía ni frío ni calor, la temperatura estaba bastante bien y no me habría importado pasear durante una hora. Llevaba el ipod puesto, y andaba con paso lento, no tenía prisa.

Cuando ya estaba a punto de llegar, cerca de la parada del autobús, vi a una pareja que estaba besándose desenfrenadamente. Por un momento me hizo gracia, porque yo había hecho eso con Toni muchas veces, pero cuando me fijé más, la gracia se me quitó de golpe.

Estaba convencida que no veía bien, de que lo que tenía delante de mis narices no estaba pasando. Es cierto que no debería dolerme, porque no me incumbía, pero la conocía y sabía que la haría daño, mucho daño, como a todas. Los hombres son así—me dijo una de mis amigas un día.

No estaba celosa, ni nada por el estilo, porque yo sabía que él no significaba nada para mí, pero ella sí que me importaba, era una de mis mejores amigas y por nada del mundo iba a dejar que él, la rompiese el corazón porque ella le quería y él a ella no, la estaba engañando.

Hacía tiempo que Miri me había dicho que estaba con Jose, de hecho, llevaban ya bastante tiempo juntos, incluso más que Toni y yo. Por esa época, y según Miri, las cosas con su novio no iban muy bien que digamos, pero ella le quería tanto que no podía dejarle.

Con lo que yo había visto, se olvidaría completamente de él, porque si hay una cosa que Miri no perdonaba era una infidelidad y menos como aquella.

Saqué el móvil y les hice una foto, justo en el momento en el que se le veía perfectamente a Jose enrollándose con una chica que no era Miri.
Sabía que lo que acababa de hacer no estaba bien, puesto que no me incumbía, pero tenía que abrirle los ojos a mi amiga y lo haría de esa manera si no había otra.


Me fui de allí, una vez hube guardado la foto, y me dirigí a mi casa sin pararme en ningún lugar.
Cuando llegué a la puerta de casa de mi madre, mi portero me paró antes de que subiese. Tenía una carta para mí, bueno mejor dicho, un paquete.

Lo cogí bastante emocionada y subí a mi casa. Me senté en el sofá y abrí el paquete con mucha ilusión. Dentro había un álbum con una rosa en la portada. La rosa iba acompañada de un texto.

“Todos los momentos que pasamos juntos”

Simplemente leyendo eso, me emocioné, porque ya tenía una ligera idea de quién me lo podía haber mandado.

Antes de pasar la página para seguir leyendo, fui a por mi móvil, por si acaso me llamaba esa personita tan romántica y a la que tanto quería.

Volví a sentarme y abrí el álbum.
Primera página en blanco.
En la segunda página estaba yo. Una foto mía en blanco y negro en la que había salido muy bien. Era una fotografía gigante.
Tercera página él. Su foto no era tan grande como la mía, pero ocupaba mucho. También era en blanco y negro. El negro resaltaba sus facciones, tan perfectas para mí, y el blanco le daba color a su cara, haciéndole parecer un vampiro sacado de Crepúsculo.
Sabía que era él.
Seguí pasando páginas y veo fotos de los dos en distintos sitios, en dónde nos conocimos, dónde nos dijimos te quiero, dónde me besó por primera vez, dónde vino a buscarme. Fotografías que me recordaban todos y cada uno de los días que había pasado a su lado y me daban pie a pasar muchos más.

En la última página había un sobre, en el que pone Aurora en letras grandes.
Lo abrí, ansiosa por descubrir su interior.
Cogí el papel escrito que había dentro y empecé a leer.

“En estos momentos, estoy en el parque de al lado de tu casa, esperando a que leas esta carta y vengas a verme.
Necesito tu sonrisa, desde el primer momento en que te vi. Eres como una flor hermosa que jamás se marchita y que tengo la necesidad de cuidar y proteger con mi vida incluso. Eres la persona con el corazón más grande del mundo, haces todo por los demás, aunque no sea de tu agrado. Y ya es hora de que tengas una recompensa por tu ayuda, por tu cariño y por todo el amor que das. Mis últimas palabras prefiero decírtelas a la cara. Siempre tuyo, Toni.”

Se me saltaron alguna que otra lágrima, pero eso no me impidió coger las llaves y el móvil y bajarme a toda prisa hacia el parque.
Una vez allí miro a todos lados y le busco, pero lo único que me encuentro es un camino de piedras que me llevan detrás de un matorral.
Lo sigo y detrás del matorral hay una rosa, igual que la de la portada del álbum.

—Te quiero—dijo Toni detrás de mí rodeándome con sus fuertes brazos.

Esa situación me descompone y no puedo evitar soltar algún sollozo de emoción. Le miro a los ojos y me abrazo fuertemente a él.

—Yo también te quiero—le contesté para justo después besarle de una manera única, como si se fuese a acabar el mundo al día siguiente, cómo si sólo existiésemos él y yo.

Tras ese apasionado beso, le miré a los ojos de nuevo y sonreí.

—Estás hecho un romántico.
—Por ti, todo, ya lo sabes.
—Quién me diría a mí, que aquel chico al que empecé a odiar en verano, sería mi novio y se volvería tan romántico como te has vuelto.
—¿Me odiabas?
—Me diste motivos para ello, ¿recuerdas?
—Sí, pero al final te diste por vencida y me quisiste.
—Y tú te diste por vencido y aceptaste que me querías.
—Cierto.
—Grandullón, yo nunca me equivoco.
—Otra vez cierto.

Sonreí y él sonrió también, me cogió la mano y me dio un beso en la palma, luego otro en la mejilla y el último, pero no por eso menos importante, en los labios.

Nos separamos de nuevo, yo suspiré, se me acababa de ocurrir una idea, pero ya se la diría más adelante, tenía toda la semana. Eso sí, ese momento con él, lo iba a disfrutar al máximo.

Capítulo 9

CAPÍTULO 9.




Salí casi corriendo del colegio y me encontré girando la esquina con Sergio, que estaba esperándome.

- Hola. – dije respirando entrecortada mente – siento haber tardado tanto y haberte hecho esperar.
- No te preocupes, no pasa nada, tampoco ha sido demasiado aburrida la espera. – sonrió y eso me dejó más tranquila.
- Bueno, ¿vamos? Tengo un hambre tremenda y muchas ganas de llegar a casa.
- Pus ya somos dos. Tú no lo notas, pero mi estómago ahora mismo está rugiendo como un león. – ese comentario me hizo reír, haciendo a su vez que me tranquilizase un poco.
- Mira, ya viene el bus, ¡corre, que no llegamos! – le dije y empecé a correr sintiendo cómo él corría detrás de mí. Llegamos por los pelos al autobús, picamos los billetes y caímos rendidos en los dos únicos asientos que quedaban libres.
- Menos mal que hemos llegado a tiempo.
- Sí, lo malo es que ahora estoy asfixiada.
- Yo no tanto cómo tú, pero tampoco me ha sentado bien la carrera con la mochila a cuestas. – reí de nuevo y él conmigo.
- Bueno y ¿dónde vives? – pregunté.
- Pues al lado del metro, cerca de la cafetería Madrid.
- Yo también vivo por allí, bueno más bien mi padre. Hoy me toca comer allí.
- Pues entonces vamos a tener todo el camino para hablar.
- Pues sí. A ver, cuéntame, ¿qué tal terminaste la ESO?
- Pues bastante bien, la verdad. Me quedó sólo una para septiembre y la recuperé sin el mayor esfuerzo, así que no puedo quejarme. ¿Y tú? ¿Qué tal primero de Bach?
- Pues ha sido un año duro, cambian muchas cosas, ya lo empezarás a comprobar y las asignaturas se vuelven mucho más complicadas que antes. Pero lo pasé con una media de siete y medio.
- Pues entonces se te debió dar bastante bien. Me alegro, espero que yo también saque buena media este curso.
- ¿Qué quieres estudiar? – pregunté algo intrigada.
- Me encantaría estudiar una carrera que tenga que ver con biología, me encanta. ¿Y tú?
- Yo tengo pensado estudiar algo así cómo diseño gráfico o una ingeniería audiovisual, aunque lo que me encantaría es hacer diseño de interiores, pero no tiene demasiadas salidas.
- Ya, eso es cierto. – mientras hablábamos, con una conversación un tanto amena, llegamos a la parada en la que ambos debíamos bajarnos. Dimos al botón de “parada solicitada” y bajamos del autobús en cuanto paró.

El aire fuera seguía siendo caluroso, pero sin duda menos agobiante que el autobús, en el que hacía un calor prácticamente mortal.
Anduvimos un buen trecho y cuándo yo pensé que se iría, no se fue y continuó hasta la misma puerta que yo, sacando sus llaves al mismo tiempo que sacaba yo las mías.

- No me lo creo, ¿vivimos en el mismo edificio?
- Eso parece. Un placer tenerte como vecina.
- Igualmente. – le dije sin salir de mi asombro, de nuevo volvían a mi vida las casualidades, hacía dos años que no había tenido ninguna y ahora me vienen todas de golpe.

Hugo además de pedirme que le ayudase con la decoración de su fiesta, era mi nuevo compañero de tenis. Mi primo Guille estaba colado por mi Lauri, a la que había conocido en una discoteca y ahora esto. Me empecé a poner nerviosa, la última vez que las casualidades me invadieron fue en el verano de hacía dos años, cuando Dani, mi mejor amigo desapareció de mi vida. Y ahora las casualidades volvían, ¿qué malo traerían?

Subí despacio hasta mi piso y abrí la puerta, las llaves de mi padre estaban puestas, por tanto deduje que él ya había llegado a casa y estaría haciendo la comida.

—¡Hola!—dije esperando oír una respuesta.
—En la cocina, cielo—me contestó mi padre, tal cómo había imaginado.

Comimos algo rápido, porque después salía mi hermana y mi padre tenía que ir a buscarla al colegio. Yo tenía que ir preparándome para ir a tenis. Esa tarde sería movidita, no como las demás.

Cuando mi padre se marchó, empecé a prepararme. Me vestí, me peiné, estiré un poco, cogí mi raqueta y me miré al espejo.

—Respira hondo—me dije a mí misma. Cogí las llaves y cerré la puerta.

Al llegar al polideportivo, antes de entrar a la pista dónde tenía que entrenar, me paré en seco.
Dentro de muy pocos minutos, tendría que verle la cara al pijo y engreído de Hugo, y la verdad es que no me hacía demasiada gracia.

—Respira hondo, Aurora—me volví a repetir. Y así hice, respiré hondo y entré en la pista, dejando mis problemas en la puerta.

A los dos minutos aproximadamente, llegó Laura. No sabía lo que le esperaba, ni mi interrogatorio ni la visita de mi primo. Pero tenía que ir preparándola, diciéndole lo primero aquello que ella me había pedido.

—Tiene novia—le dije por lo bajo, ella me miró y sonrió.
—Me da igual. Te tengo que contar algo muy fuerte.
—Pues ya estás tardando.
—No, ahora no. En los vestuarios, cuando salgamos.
—Como quieras.

Cogimos las raquetas y empezamos a calentar, las dos, los chicos llegaban tarde.
Cuando llegaron, jugamos un partido y por desgracia, me tocó con Hugo, cada vez le soportaba menos, pero tenía que poder con el asco que le tenía y concentrarme en el juego. Además le había dicho que le ayudaría en su fiesta y Aurora Jiménez García nunca rompía una promesa.

Cuando terminamos el entrenamiento, nos fuimos directamente a los vestuarios, a darnos una buena ducha. Estábamos solas, así que Laura podía contarme eso que era tan importante.

—Venga, suéltalo ya—le dije impaciente.
—He conocido a un chico por Internet—me habló emocionada.
—¿Y?
—Y bueno, es guapísimo, según las fotos que he visto. Pero lo mejor es que me suena mucho su cara, creo que le vi en alguna discoteca.
—¿Cómo se llama? Dame más detalles chica que estás siendo muy escueta.
—Se llama Guille, tiene veintiún años y es un cielo—al decirme eso, empecé a sospechar, pero no quería adelantar acontecimientos, así que no la dije nada sobre lo que estaba pensando.
—Pues que bien ¿no?
—Sí, tía, es genial, en serio, tengo muchísimas ganas de conocerle.
—¿Y cuándo le vas a conocer?
—Pues ni idea, no hemos hablado de eso...Bueno, dejemos de hablar de mí, ¿qué tal con Toni?
—Genial, aunque no le veo desde el lunes y le echo mucho de menos.
—No creo que os dure mucho eso de no veros, conociéndote...
—Eso espero, Lauri, eso espero.

Terminamos la conversación una vez nos hubimos vestido, recogimos nuestras cosas y salimos del vestuario.
Estábamos a punto de salir del polideportivo, cuando le vi. Laura no pareció darse cuenta, pero en cuanto se giró, mantuvo su mirada fija a la suya durante unos segundos, para luego cogerme del brazo fuerte y susurrarme al oído.

—Es él, Auro, es él, estoy casi segura.

Seguimos andando hasta dónde estaba y nos paramos. Era mi turno de las presentaciones.

—Laura, te presento oficialmente a mi primo, Guille—dije una vez le había dado dos besos al chico fuerte y guapo que tenía justo en frente.

Capítulo 8

CAPÍTULO 8.





- ¿Me puedes explicar por qué estás sentado en mi mesa, en mi clase, cuando se supone que tienes que estar en el recreo? – No se había dado cuenta de que había entrado y le pilló por sorpresa mi pregunta, se levantó casi de un salto de mi silla y me miró.
- Quería hablar contigo. – Me contestó.
- Este no es ni momento ni lugar para hablar. – Hablé muy seria.
- Dios, pareces una profesora. – Empezó a reírse a carcajadas.
- ¿Qué quieres decirme? – Le pregunté, sin hacer caso al comentario que acababa de hacer sobre mí.
- ¿Te has pensado ya eso de ayudarme?
- ¿Te das cuenta de que no me has dejado en paz desde que me lo preguntaste la primera vez? ¿Cómo quieres que me lo intente pensar si a cada paso que doy me esperas para que te de una respuesta?
- ¿Eso es un sí o un no? – Le miré con cara de asesina. Sonrió y me guiñó un ojo. – Sabía que aceptarías, ninguna chica se resiste a mis encantos.
- Nadie ha dicho que acepte.
- Lo has dicho tú, con tus ojos.
- Mis ojos no tienen la capacidad de hablar, para eso esta mi boca y de ella no ha salido un sí.
- Acaba de salir. Te veo esta tarde pegándole a la bola. – Y tras decirme eso, dejó una nota encima de mi mesa y se fue. Dejándome ahí, sin poder contestarle y con una rabia que me recorría el cuerpo de arriba abajo.
- Cuando le pille se va a enterar. – Pensé para mí. Respiré hondo, me acaricié el pelo con la mano derecha y fui hacia mi mesa. Cogí la nota que él había dejado y la guardé en mi estuche. A los pocos minutos, ya empezaban a venir mis compañeros.
- Auro, pareces muy enfadada, ¿Qué ha ocurrido? – Me preguntó Carmen algo preocupada.
- No es nada, ya te contaré cuando termine la clase.
- A ella y a nosotros. No se te ve muy buena cara que digamos. – Habló Rubén mientras Javi asentía.
- Pero, ¿Cómo puedes estar así, si ahora eres la directora de la revista? – Me dijo Fran por detrás.
- ¿La directora? – Preguntaron Rubén y Javi casi a la vez.
- Sí, la directora. Pero no es por eso por lo que estoy así. Os cuento luego, ¿vale? – Les dije a todos y me senté en mi silla. La profesora de biología acababa de llegar.

La clase de biología fue muy aburrida, la profesora estuvo todo el rato hablando de cómo se alimentaban las plantas, de la fotosíntesis y todo ese rollo. No entendía muy bien, por qué nos lo repetían cada año, me parecía un poco absurdo, no iba a ser científica ni nada por el estilo.
Cuando por fin la profesora decidió irse, abrí el estuche y saqué la nota.

- Con que lo que te pasa es que tienes un admirador secreto.
- ¡Qué va! Solo un niñato de poca monta que no para de preguntarme siempre lo mismo. – Le dije a Iñigo que acababa de ponerse en cuchillas a mi lado.
- ¿Hugo?
- Ese mismo. Me saca de mis casillas.
- ¿Y qué te pregunta?
- ¿Te acuerdas el lunes que me viste “roja” al salir del colegio?
- Sí.
- Pues era porque el tío este me había propuesto ayudarle con su fiesta. Para decorar y esas cosas y me había hecho mucha ilusión que me lo pidiese a mí.
- ¿Y cuál es el problema?
- Que no hace más que preguntarme, siempre que me ve, que si ya me lo he pensado, que si le voy a ayudar. ¡Es un pesado! – Al terminar de hablar, Iñigo soltó una pequeña carcajada.
- No me hace gracia. – Le dije seria.
- Pero a mí sí. Te estresas muy fácilmente. Auro, no te preocupes tanto, los chicos como él son pesados por naturaleza y más con la chica que les gusta.
- ¿Qué acabas de decir? A ese no le puedo gustar yo.
- Eso es lo que dice la gente.
- ¿Desde cuándo haces caso a los rumores?
- Desde nunca, simplemente te lo he dicho, para que lo supieses tú.
- Gracias Iñigo, dios, siento ponerme así, pero cuando me sacan de mis casillas...
- Ya lo sé, te pones hecha una furia. Pero no te preocupes que ya está aquí ¡El domador de fieras! – Me hizo reírme y él se rió conmigo.
- Menos mal que estás siempre ahí.
- Para lo que sea, ya lo sabes. – Sonrió y me abrazó un poco. Iñigo no era muy de demostrar sus sentimientos, y eso que acababa de hacer me demostraba cuanto aprecio me tenía.
- Claro, claro. A Iñigo le cuentas todo, pero a nosotros nada, eso es favoritismo y a mí no me va. ¿Tú qué dices Lucas? – Dijo Fran intentando parecer enfadado.
- Digo lo mismo que tú. Aurora, eso no se le hace a tus fieles seguidores y compañeros de la revista. – Habló Lucas dándole la razón a Fran.
- Lo siento chicos, pero es que estaba muy enfadada. Menos mal que Iñigo siempre sabe como tranquilizarme.
- Iñigo, ¿Cómo lo haces? – Preguntó Fran haciéndose el interesado.
- Es secreto de confesión, no puedo decírselo a nadie. – Habló en alto con la mano en el corazón. – Te lo cuento cuando termine el colegio. – Se dirigió a Fran muy bajito, para que yo no lo oyera, pero claro, no sabían que mi sentido del oído estaba superiormente agudizado.
- Bueno, entonces ¿No nos piensas contar qué te pasa? – Intentó de nuevo Fran.
- Es por un chulo, neurótico y plasta que no para de avasallarme siempre con la misma pregunta y me tiene harta. – Le contesté poniéndome de nuevo de mal humor al pensar en él.
- Por las características que has dado, con una pizca de lógica y un poco de sentido común, puedo adivinar, que sin lugar a dudas estamos hablando de Hugo, ¿Me equivoco? – Me dijo Lucas.
- Has acertado de pleno.
- Ya lo sabía yo, si es que ese tío es todo un ligón. Le admiro. – Me dijo Fran.
- Espero que eso sea una ironía, porque entonces todo lo que pensaba de ti, se va a esfumar para siempre, y créeme, no me gustaría, te tengo demasiado aprecio.
- Era ironía. – Sonrió Fran. – Cómo si no me conocieses.
- Te conozco demasiado y precisamente por eso lo digo. – Empecé a reírme y todos conmigo.

La siguiente clase fue igual de aburrida que la anterior, además, no dejaba de pensar en el pesado de Hugo, sabía que tenía que darle una respuesta, pero el problema era que no sabía qué responderle.
Cuando terminó la clase, se acercaron todos de nuevo alrededor de mi mesa.

- ¿Es por Hugo? No te rayes Auro, no merece la pena. – Me dijo Javi un tanto comprensivo.
- Yo la entiendo, no hay nada peor que un tío pesado detrás de ti. – Habló Carmen.
- Espero que no sea cierto lo de que va detrás de mí, porque entonces me tiraré por la ventana.
- ¡Vaya una exagerada! ¡Qué tampoco es para tanto! Simplemente dale una respuesta y san se acabó. – Rubén siempre concluía dando la solución fácil.
- Cómo se nota que los chicos no tenéis ni idea de nada.
- Oye, maja, que a mi me dices cualquier monumento y...
- Me explicas su historia, su fabricación y absolutamente todo de él. Que nos conocemos culturita. – Empecé a reírme y Rubén también, era demasiado previsible.
- Bueno, entonces ¿Qué le vas a decir? – Preguntó Carmen.
- Pues supongo que sí le ayudaré, es una manera muy práctica de dar a conocer mi don para la decoración y además, si yo decoro la fiesta, todos estamos invitados, así que lo haré.
- Por nosotros no hace falta que lo hagas. – Me dijo Javi.
- No te preocupes, lo hago por vosotros y por mí.

Cuando las clases terminaron, fui yo la que busqué a Hugo por prácticamente todo el colegio. Le encontré dándose el lote con una chica de primero de bachillerato. Pero en vez de coger e irme, como debería haber hecho, le di unos golpecitos en la espalda. Se dio la vuelta con cara de pocos amigos, dejó a la chica ahí plantada y me cogió de la mano llevándome hacia un lugar del colegio algo apartado.

- ¿Qué quieres?
- ¿Tú qué crees?
- No lo sé.
- Mi respuesta es sí.
- Eso ya lo sabía.
- Pero no porque yo te lo hubiese dicho, sino porque te habías hecho tus propias ilusiones.
- Me parece bien tu respuesta.
- Lo haré con una condición.
- ¿Qué condición?
- Que mis amigos y yo vayamos a esa fiesta y seamos tratados estupendamente.
- Hecho.
- Pues nos vemos esta tarde, golpeando a las bolas. – y tras decirle eso me fui. Sergio me estaba esperando para hablar y conocernos más y no podía gastar más segundos de mi tiempo en hablar con ese tipejo llamado Hugo.

Capítulo 7

CAPÍTULO 7.





Llegó el martes y con él, miles cosas que hacer.
Apunté la lista en una hoja para no olvidarme de nada.

1. Hablar con Hugo.
2. Ir a la revista.
3. Contarle a Carmen muchas cosas.
4. Presentarme a los amigos de Javi y Rubén.
5. Preguntar a Iñigo que tal está.
6. Hacer el trabajo de inicio de curso con Carmen e Iñigo.
7. Buscar a Quique y pedirle consejo.
8. Ir a baile con Miri y Bea.
9. Escribir el diario.
10. Decirle a Toni que le quiero muchísimo.


Algunas de las cosas que había apuntado eran simples tonterías, pero ya que estaba, las anotaba.


Fui al colegio más dormida de lo habitual, no había pasado muy buena noche.
Al llegar a la entrada, me estaban esperando Talía, Miri, Cata y Quique, que solían ser los primeros en llegar.
Les di dos besos a cada uno y nos subimos a clase.
Una vez en clase, me senté en mi pupitre y miré a Carmen que parecía igual de adormilada que yo. A primera hora me tocaba historia y además de que no me gustaba nada la asignatura, se me cerraban los ojos.
Opté por dormirme, en vez de parecer un zombi.

Carmen era un chica un poco reservada, ya que no expresaba demasiado sus sentimientos, pero muy divertida. No había hora del día en el que no me riese con ella. También se portaba muy bien con los demás y era muy colaboradora en los distintos proyectos del colegio. Era morena, con el pelo bastante largo, los ojos marrones oscuros y la tez algo blanquecina. Era bastante estudiosa ya que de mayor, quería estudiar medicina para poder ser una gran médico. Me gustaba mucho compartir las clases con ella. Me ayudaba siempre que podía y viceversa y nos complementábamos muy bien. La gente nos llamaba el dúo dinámico, porque siempre nos reíamos de todo. Además de ser mi compañera de pupitre y de risas, también era una gran amiga, a la que le contaba todo lo que me pasaba. Confiaba mucho en ella y sabía que ella también confiaba en mí.

Me desperté gracias a un codazo de Carmen. La profesora se había colocado justo enfrente de mí y no dejaba de mirarme.

- ¿Has dormido bien?
- La verdad es que no mucho, he pasado una mala noche.
- Ya, pero eso no es excusa para quedarte dormida en clase.
- Lo sé y lo siento, no he podido evitarlo.
- Que no se vuelva a repetir. – Me dijo mi profesora de historia muy seria, para después coger sus libros e irse de la clase.
- Ya te vale. – Me dijo Carmen medio riéndose.
- Me moría de sueño, no lo he podido evitar.
- Verás, ahora te va a tener fichada.
- No me digas eso, que ya de por sí se me da mal la historia, como me tenga manía lo remato vamos.
- Menuda eres, Auro. – Me dijo Rubén añadiéndose a la conversación.
- Yo también lo quiero hacer. Debe de ser la leche descansar un poco y que encima ni te castiguen ni nada. – Añadió Javi dándole un toque cómico a la situación tan bochornosa por la que yo acababa de pasar.
- Es más potra que otra cosa. Le has debido de dar pena. Llega a ser la de biología y ya estabas en el despacho de la jefa. – Me dijo Fran.
- Bueno vale. Pero al menos ya se me ha quitado el sueño. – Dije sonriendo.
- Siempre sonriendo, di que sí, aunque te echen la bronca. – Apareció Iñigo por detrás riéndose. – Así me gusta.

Todos nos reímos con su comentario.
El cambio de clase se había acabado, así que tuvieron que volver a sus respectivos sitios para atender a la siguiente clase, dibujo técnico.

Rubén y Javi, era un par un tanto peculiar, a lo Mortadelo y Filemón. Estaban todo el día juntos, pero la mayoría del rato discutiendo o peleándose por alguna tontería. Rubén era muy estudioso y muy inteligente, le encanta todo lo clásico, era muy tradicional y se podía pasar horas y horas hablando en un trabajo sobre un monumento, le encantaba la cultura. Era un chico bastante delgado, quizás demasiado, con los ojos marrones y gafas. En cuanto a Javi, era todo lo contrario. No estudiaba demasiado, pero se esforzaba, no le gustaba nada lo tradicional y prefería ser moderno y futurista. Tocaba la guitarra y cantaba en una banda, de la cuál yo fui partícipe alguna vez. Era uno de mis compañeros de coro y para él casi todo era divertirse y hacer lo que uno quería. Estaba fuerte, pero no demasiado, adoraba los deportes. Tenía el pelo rubio y los ojos azules y también llevaba gafas. Aún así, ambos se complementaban y se llevaban muy bien desde pequeños.

Las dos siguientes clases se me pasaron volando, porque me gustaban mucho, dibujo y matemáticas.
Llegó la hora del recreo y tocaba ir por primera vez a la revista en el curso.
Bajé con Fran, Lucas y Quique, que eran los que se habían apuntado conmigo y con los que llevaba ya cuatro años ahí metida.
Bajamos a la sala de reuniones, dónde cada miércoles nos juntábamos todos y hacíamos un pequeño repaso de cómo llevábamos la revista del colegio.
Me encantaba poder participar en algo así, me sentía importante y así mi autoestima crecía, sabiendo que podía hacer muchas cosas.

Estuvimos esperando en la puerta un rato largo, hasta que la coordinadora apareció con las llaves. Una vez entraron todos, la coordinadora, también profesora del colegio, empezó a hablar.

- Cómo todos sabéis, la primera reunión sirve para elegir al director o directora y al subdirector o subdirectora de nuestra revista. Este año, debéis elegir entre los alumnos de segundo de bachillerato, el director o directora y entre los de primero de bachillerato, el subdirector o subdirectora. – Cuando dijo eso, uno de los presentes levantó la mano.
- ¿Quiénes son los alumnos de segundo de bachillerato? Es que soy nuevo en el colegio y no los conozco.
- Son, Francisco, Lucas, Quique y Aurora. Así que ahora que ya lo sabéis, adelante, votar.
- ¿Quién vota por Francisco? – Preguntó la coordinadora. Solo dos personas levantaron la mano. - ¿Y por Quique? – Esta vez la levantaron tres. – De acuerdo, ¿Lucas? – Levantó la mano una única chica que no paraba de mirarle y que parecía de cuarto. – Entonces, ¿Quién quiere que Aurora sea la directora? – Levantaron la mano al menos quince personas de veinte y pocas que había. Me quedé bastante sorprendida, puesto que eso quería decir, que yo, sería la nueva directora de la revista escolar.
- Pues ya tenemos a la nueva directora de la revista, Aurora Jiménez. Espero que sepas, Aurora, que este cargo es muy especial y que conlleva una serie de responsabilidades... – Ya no sabía ni lo que me estaba diciendo, estaba tan feliz por ser la directora, por ser reconocida por algo que realmente me encantaba, que ya no tenía el sentido del oído, lo había perdido por unos segundos, para centrarme en mi interior y en mis sentimientos en ese momento.
- Bueno, ahora toca elegir al subdirector o subdirectora de primero de bachiller. Los alumnos son Sergio, Sonia e Irene.
- Esta claro que queremos que Sergio sea el subdirector. – Dijo uno de los alumnos de cuarto.
- ¿Estáis todos de acuerdo? – Preguntó de nuevo la coordinadora.
- ¡Si! – Contestaron todos los presentes a la vez y yo me añadí a la afirmación. No conocía a Sergio, pero me transmitía buenas vibraciones y estaba segura de que si le conociese nos íbamos a llevar muy bien.

Cuando terminó la reunión, Sergio, el nuevo subdirector vino a hablar conmigo.

- Hola, Aurora. Sé que no nos conocemos, pero me han hablado muy bien de ti, así que es un placer trabajar contigo. – Sonreí.
- Parece que acabas de entrar en un trabajo y yo soy tu jefa.
- Bueno, es algo así bajo mi punto de vista.
- Sí, más o menos, lo único malo de este “trabajo” es que no nos pagan. De todos modos también es un placer que podamos trabajar juntos. – Dije y me paré a mirar su reacción. Estaba feliz, creo que tanto como yo, de tener un cargo tan importante en algo que le apasionaba, como a mí. Estaba segura de que no me había equivocado al pensar que nos llevaríamos realmente bien.
- Gracias. – Me dijo.
- A ti. – Respondí - de todos modos y si quieres, después de clase podemos hablar de cómo organizar la revista y así nos conocemos un poco más.
- Me parece estupendo. A la salida te espero.
- Nos vemos.- Y tras decirle eso, me subí a clase, dónde ya me esperaban todos mis amigos.


Llegué a la tercera planta, y me dirigí a la puerta de mi clase, estaba cerrada y no parecía haber nadie. Intenté abrirla y se abrió sin el mayor esfuerzo. Asomé la cabeza y vi a Hugo, sentado en mi mesa. ¿Pero que narices hacia él ahí?

Capítulo 5 y Capítulo 6

CAPÍTULO 5.




Comenzamos a andar hacia mi casa, los dos callados y sin ni siquiera mirarnos.
Me aventuré a decirle algo, pero su mirada triste y apagada me transmitía mucho dolor y sólo se me ocurrió pararme y abrazarle.

- ¿Y esto a qué viene, Auro? – Me preguntó algo confuso.
- Viene a que se nota que estás mal y aunque no me lo quieras contar, te he abrazado para que veas que tienes mi apoyo en lo que sea que te pase.
- Si es que eres la mejor. Muchas gracias.
- No me las tienes que dar, además me lo has pedido.
- ¿Yo? ¿El qué?
- El abrazo, no con palabras, pero sí con tus ojos.
- Voy a terminar creyendo que eres bruja o algo así.
- ¿Y si lo dejamos en buena amiga?
- También valdría. Anda ven aquí. – Se acercó a mi y se dejó abrazar.
- Cuando quieras, aquí estoy para que me cuentes lo que necesites ¿vale?
- Vale.


Después de esa corta conversación, Iñigo me dejó en casa y se fue a la suya. Estaba algo preocupada por él, no solía ser así de serio, ni solía tener una mirada tan perdida. Siempre había sido un chico muy alegre con una mirada que transmitía mucha confianza y seguridad.
Parecía que se había derrumbado, pero ya me tenía a mí para no dejar que todo lo que había conseguido en la vida se derrumbase con él. No se merecía lo que le estuviese pasando, de eso estaba totalmente segura.

Entré en casa y fui directa a mi habitación, después de haber saludado a mi gato con un cariñoso achuchón. Dejé mi mochila tirada en el suelo, me quité el uniforme, me puse la ropa de estar por casa y me senté en la cama con el móvil en la mano. Tenía que llamar a mi padre y a mi madre, para que supiesen que ya estaba en casa, sana y salva. A veces eran muy sobre protectores y tenían que saber dónde estaba y si estaba bien a cada minuto, pero eso la verdad no me importaba demasiado.

Me hice la comida, sopa y un poco de pollo, y me senté a comer en la mesa pequeña del comedor, mientras veía la televisión. Tras comer, me tumbé en el sofá y puse la radio, necesitaba descansar, el madrugar no me venía nada bien.
Me quedé dormida y al despertarme me di cuenta de que tenía que darme prisa para no llegar tarde a mis clases de tenis.

Me levanté y fui a mi habitación casi corriendo, me vestí, me peiné, cogí mi raqueta y salí a la velocidad del rayo al polideportivo donde me impartían las clases.

Llegué por los pelos, estaban ya cerrando las puertas. Me adentré en ese enorme polideportivo de color verde y naranja. Tenía como cinco pistas de tenis y otras tantas de pádel, además de un gimnasio, una cancha muy grande de fútbol y tres de baloncesto.
Me encanta estar allí, la gente entraba estresada, la mayoría de las veces y salía estupendamente.
Busqué a mi entrenador, cada día entrenábamos en una pista distinta, así que sólo le teníamos que buscar a él.
Le encontré en la pista número cinco con dos chicos y una chica. Eso me extrañó, normalmente entrenaba con una chica, Laura, pero ahora había dos chicos además de ella. Esperaba explicaciones de un momento a otro.

Nada más entrar, todos se volvieron hacia mí.

- ¿Qué pasa? – Le pregunté a Laura por lo bajo.
- Que nos va a tocar compartir pista con estos dos.
- Pues vaya.
- Aurora, estos son Hugo y Rubén, vuestros nuevos compañeros. Tienen el mismo nivel que vosotras, incluso diría que algo más alto y están aquí, para que subáis de nivel y aprendáis algunas tácticas del tenis.
- ¿Hugo? – Me giré para mirarle a la cara y me quedé bastante sorprendida. Era el mismo Hugo que hace unas horas, en la entrada del colegio, me había pedido el msn. ¿Por qué tenía tan mala suerte? Tenía que coincidir justamente aquí con él.
- Hola Aurora, no sabía que eras tú la que jugaba al tenis.
- Pues ya ves.


Las dos horas de entrenamiento se me hicieron eternas, sólo de pensar que es chulo de letras, estaba en mi misma clase viéndome jugar y riéndose de mí por lo bajo. Pero no iba a permitir que se creyera que yo era inferior a él, más que nada porque no lo era. Este verano había aprendido muchas cosas, pero la que más me había llegado era el no dejarme pisotear por nadie, porque luego pasa lo que pasa, que no tienes confianza en ti misma y te haces daño.
Al salir de la pista Laura y yo fuimos hacia los vestuarios para darnos una buena ducha, pero a mitad del camino, Hugo y Rubén, nos pararon el paso.

- Aurora, ¿Podemos hablar? – Hugo se puso frente a mí.
- Tengo algo de prisa.
- Solo será un minuto.
- Bueno vale, pero rapidito. – Nos separamos un poco de Laura y Rubén a los que dejamos charlando.
- ¿Qué pasa? – Le pregunté a Hugo.
- Dos cosas, la primera que si vas a aceptar mi propuesta para ayudarme con la fiesta.
- ¿Y la segunda? – Le corté.
- ¿Cómo es que juegas al tenis? Me has dejado totalmente sorprendido. Jamás pensé que una chica como tú se arriesgaría jugar a un deporte como es el tenis, con tanta técnica y tanto esfuerzo.
- ¿Me estás llamando blanda?
- Se puede decir que sí.
- Pues vete a llamarle blanda a tu novia y a mí déjame en paz, creído. – Le contesté y me fui de allí andando hacia las duchas, pasándome al lado de Laura y cogiéndola de un brazo para que se viniese conmigo.

Una vez en el vestuario y después de una ducha bien fría, Laura se acercó a mí mientras nos vestíamos para hacerme un buen interrogatorio sobre Hugo.

- ¿De qué lo conoces? – Preguntó curiosa.
- Va conmigo al instituto, es del mimo curso que yo, pero de distinta clase.
- Pues está buenísimo.
- A mí no me lo parece.
- Claro, tu estás cegada por tu querido Toni.
- Cierto, además, jamás me fijaría en alguien como Hugo.
- Es un chulo, además según Rubén, también es un crack en el tenis.
- Y se lo tiene muy creído. – Completé su frase.
- Exacto. Pero bueno, te juro que si no tuviese novia ya intentaría yo ligármelo.
- Pues todo tuyo.
- ¿Me haces un favor Aurorita, por favor?
- Ui, que mal suena eso. Dime.
- ¿Puedes averiguar si está con alguien?
- No me puedes pedir eso, Lauri, ¿No ves que no me cae bien?
- Hazlo por mí, por tu compañerísima de tenis, anda por favor.
- ¿Te has inventado esa palabra? Bueno, veré lo que puedo hacer.
- Gracias, gracias y mil veces gracias. Sabes que eres genial ¿No?
- Me lo has dicho demasiadas veces, tendré que creérmelo.
- Pues eso, créetelo.


Salimos del vestuario, ya vestidas normalmente y nos despedimos en la salida del polideportivo.
Laura era una chica muy impulsiva, hacía tres años que nos conocíamos, gracias al tenis y desde ese tiempo éramos compañeras. La gustaban mucho los chicos arrogantes que van de duros por la vida, todo lo contrario a mí, por eso las veces que salíamos a alguna discoteca (ella era muy fiestera) no teníamos problema en encontrar acompañante.
Nunca supe como lo hacía, pero siempre acababa por convencerme en hacer algo en su beneficio o en el beneficio de ambas. Era muy presumida, pero sólo en algunos aspectos. La verdad es que la tenía mucho cariño y por eso no imaginaba jugar ningún partido sin ella, porque me sentía inferior y algo vacía.

Al cruzar la esquina, una voz me sobresaltó. Era aún más alta que el volumen de mi mp4 y al parecer iba dirigida hacia mí. Sin saber de quién se trataba y por si acaso, cogí la raqueta que tenía en la espalda por el mango. Dani siempre me había dicho que no me serviría para nada a no ser que le diese con el canto y pensaba hacerlo si a esa persona se le ocurría hacerme daño.

No me dio tiempo a girarme cuando me cogieron por la cintura y me taparon la boca.












CAPÍTULO 6.




- No si es que no gano para sustos. – Dije una vez le vi la cara. - ¿Estáis todos locos o pensáis volverme loca a mí?
- No te estreses, que tampoco es para tanto.
- No, que va, me coges la cintura, impidiéndome coger la raqueta y encima me tapas la boca. Por un segundo pensaba que eras un secuestrador. Toni me ha hecho lo mismo.
- Este Toni, voy a tener que hablar claramente con él.
- Anda déjalo. Ahora ¿Me puedes explicar qué haces tú por aquí?
- Ver a mi prima favorita.
- Si, ya. Deja el peloteo a un lado y habla. – Le sonreí.
- Necesito tu ayuda.
- Ya me parecía a mí. ¿Qué pasa Guille?
- He conocido a una chica y...
- Te gusta y quieres que me haga amiga suya y le hable bien de ti. ¿Me equivoco?
- Me conoces demasiado primita.
- Ya. ¿Quién es? ¿La conozco?
- No sé si la conoces, pero juega al tenis aquí dónde tú y a esta misma hora.
- ¿Cuántos años tiene?
- Uno más que tú.
- ¿Y cómo se llama?
- Laura.
- ¡No!
- ¿No?
- No.
- ¿Me explicas que pasa? ¿Sabes quién es?
- Es mi compañera de tenis. No te puede gustar. Es mi Lauri.
- Pues me gusta.
- ¿Dónde la conociste?
- En una discoteca.
- Vaya, que raro. – Dije pensando en las miles de discotecas a las que iba Laura.
- Ayúdame prima.
- No voy a poder, a ella le gusta otro.
- Me da lo mismo. La tengo que gustar yo.
- Pero, ¿Ella te conoce?
- Que va.
- Entonces, ¿Cómo narices quieres que le hable de ti si ni siquiera sabe quién eres?
- No había caído.
- Guille, ¿Algún día me vas a decir que tienes en esa cabecita? – Le dije señalando su cabeza.
- Muchas cosas.
- Claro, gimnasio, chicas, fútbol, motos y poco más.
- Va, déjalo. Si no me quieres ayudar no lo hagas.
- Si es que mira que eres. Lo primero que voy a hacer es presentártela. No hagas planes para el miércoles por la tarde. Y ven a la misma hora que hoy. Pero sin sustos.
- Vale y ¿Dónde te espero?
- En la entrada del polideportivo.
- Genial. Te quiero prima. ¿Te llevo a casa?
- ¿Has traído la moto?
- No, el coche de mi padre. – Me dijo y yo me empecé a reír.
- Vale, llévame.


Me subí con él en el coche y en menos de dos minutos, me estaba bajando en la puerta de mi casa después de despedirme de él con un beso en la mejilla.


Guille había hecho lo mismo que Toni, venirse a estudiar aquí a Madrid, lo único que él no vino solo, sino con sus padres y su hermano Vicente.
En varias ocasiones, mi padre había ido a su casa a ver a su primo, saludarle y tomarse un café con él. De hecho, quedaban para irse de copas con los amigos de cuando ambos eran jóvenes.
Veía a Guille prácticamente todos los días y estaba segura de que ahora que sabía que su querida Laura era una gran amiga mía, no me dejaría mucho tiempo libre. Aunque esperaba que también me ayudase a pasar más tiempo con Toni. A penas habían pasado veinticuatro horas desde que le había visto y ya le echaba de menos.

Al subir a casa e ir a mi habitación después de saludar a mi madre y a mi hermana, me quedé mirando mi corcho, modificado.
Había puesto fotos de Toni conmigo, la foto que me hice con Dani en el retiro, alguna foto con Guille, montada en su moto y también diversas imágenes del campamento con mis amigas.
El recordar tantos momentos, me hizo emocionarme, pero no lloré, mis lágrimas eran demasiado valiosas como para desperdiciarlas en tonterías como esa.
Pensé en la frase que me dijo Lu la última vez que la vi y que estaba segura recordaría durante mucho tiempo porque era la pura verdad.
“No hay que mirar al pasado, sino centrarse en el presente sin imaginar el futuro”

Me encantaba esa frase y siempre la llevaba en mi cabeza. Por eso, al recordarla, me di cuenta que el pasado, pasado era y que lo que me tenía que preocupar verdaderamente era el presente.

Me tumbé en mi cama y miré el techo, era hora de cenar, pero no me apetecía absolutamente nada, sólo quería dormir.

Capítulo 4

CAPÍTULO 4.








Toni me dejó en la entrada, por donde pasaban todos los alumnos de cuarto para arriba.
Mis amigos enseguida parecieron entre la multitud, y me cogieron con tanta prisa que no me dio tiempo de despedirme de Toni.
Luego le llamo – pensé.
Cuando ya subimos, mis amigos me hicieron una especie de interrogatorio sobre Toni. Iñigo, Fran y Quique no se fiaban demasiado de él, a Lucas le era indiferente y a las chicas les encantaba.

Las dos clases siguientes se me pasaron enseguida, aunque la verdad es que estuve muy ausente, pensando en Toni, en sus besos, en sus abrazos, en cómo me gustaría pasar más tiempo con él...

Cuando sonó el timbre que daba por finalizadas las clases, me fui disparada a la puerta de entrada, para esperar a Iñigo, porque me iba con él y ya de paso preguntarle a Sandra qué tal le había ido el día, ya que en clase no había podido.

Me senté en un banco a esperar.
Estaba sumida en mis pensamientos, cuando una voz me alarmó, era de un chico, pero no era Iñigo.
Miré rápidamente para atrás y me sorprendí un poco. Era Hugo, un chico de mi curso, pero de letras.


- Hola, eres Aurora ¿verdad?
- Sí. Y tú, Hugo.
- El mismo. Parece que mucha gente me conoce.
- Si, parece. Bueno, ¿Querías algo?
- Te iba a invitar a mi fiesta.
- ¿A mi? ¿Me tomas el pelo?
- No, no te tomo el pelo, a ti y a tus amigos. Quiero que sea la mejor fiesta que haya habido en toda la historia del colegio y para eso tengo que invitar a todo el mundo posible, incluso a vosotros.
- Vale, he cogido la indirecta.
- No te lo tomes a mal, por favor. Además necesito tu ayuda.
- ¿Mi ayuda?
- Sí, me han llegado rumores que eres una gran diseñadora de interiores y de decorados y eso. Y si no te importa me gustaría que me ayudases a decorar mi fiesta.
- Pues tengo que pensármelo. De todos modos, ¿Cuándo sería la fiesta?
- Dentro de mes y medio más o menos.
- Vale, mañana te digo lo que sea.
- Dame tu msn y así lo hablamos esta noche.
- ¿Tienes un papel?
- Apúntamelo en el móvil.

Y así hice, le apunté mi msn en el móvil y cuando terminé, me dio un beso en la mejilla como muestra de agradecimiento y se fue de mi vista, dejándome de nuevo sola en el banco.


- ¿Auro? ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué estás tan roja? – Dijo Iñigo al poco tiempo de irse Hugo.
- ¿Roja? ¡Pero que dices!
- Que sí, que no soy daltónico y estás muy roja.
- Será por la carrera que me he dado para esperarte.
- Estaba con alguien. – Le cambió la cara y parecía avergonzado.
- ¿Si? ¿Con quién? Ya sabes que puedes contar conmigo.
- No me apetece hablar del tema. ¿Nos vamos?
- Como quieras. Vale.
- Te acompaño a casa.
- ¿Y eso? Pero si no te viene bien.
- Necesito pasear un poco.
- De acuerdo. Anda vamos.

Y justo cuando empezamos a andar, vi a Bea rozar a Iñigo y a este mirarla con una cara demasiado rara.
Me paré de repente, analizando lo que acababa de pasar y se me ocurrió una idea.


- ¡Bea! – La grité antes de que desapareciese entre la multitud.
- Hola Aurora. ¿Qué pasa?
- Oye ¿Te vienes con nosotros en bus?
- ¿Con Iñigo y tú?
- Sí. – Miré la cara de desesperación de Iñigo, negando una y otra vez.
- No sé, seguramente me estén esperando.
- Bueno, otro día. Al final nos iremos andando ahora que lo pienso.
- Vale, ya hablamos.
- Adiós.


Miré de nuevo a Iñigo, parecía entre enfadado y molesto. Ahora todo me encajaba. Pero tenía que confirmar mis sospechas.